Cántame mirlo,
necesito creer que el verano no cambia,
que la luz no envejece.
Que soy yo quien opaca la eternidad de agosto,
que soy yo quien la mira
con los ojos cansados.
Pero tú, cántame,
ahora y siempre.
Que al escucharte sienta
que sigo aún en mí
o, que al menos, estuve
ciertamente conmigo.