Tocata y Fuga: Es mi Palabra




Ordenar estos datos es tal vez poesía.
P. G.
Sólo tengo una cosa que decir, una sola;
nunca volveré a decírsela a nadie, y te
pido que la recuerdes: en un universo de
ambigüedades, esta certeza viene sólo
una vez, y nunca más, no importa cuántas
vidas le toque vivir a uno.
R. J. W.
Y agradece a la vida esos errores.
F. B.


(ES MI PALABRA)


Juro que no he perdido
la esperanza.

Todo es posible
hoy
desde mis ojos.
Todo lo que no encuentro,
todo lo que no alcanzo,

hoy,
-lo juro, sí-
será palabra. Palabra que yo diga
o me dijeron. Los músicos de Brema,
el exilio de Ovidio, las costas
de Steryópulos. John Perse y sus fantasmas,
los príncipes no azules, Arquíloco,
Joan Baez y su voz de bandera
y nordeste batiendo,


 (y etcétera...)


Sí, así se llama: palabra. Y escribiré
hasta el final

de los raíles del tiempo. Palabras
red


para atrapar la muerte. Palabras

hilo
de
fe
para seguir llevándome.

Palabra sin ganancia equivalente al beso.

Palabras
cuyo verso, si lo atacan,
se yergue
y se inflama
cual
cobra
neotérica. Palabras
-lo prometo-
donde el dolor
no volverá a posarse
como un cuervo.

Palabras acentuadas con el cristal más fino
para brindar por nuestros privilegios.

Hasta palabras
Rosalía

de donde salta un ángel.

Palabra sí,
que es tanto como ahora.
Palabra ahora,
que es cuanto como el humo.
Palabra ahora
como el amor y un siempre
una vez sola.
Palabra dicha,
que es menos que un instante,
palabra instante donde cabe


la vida.

Palabras dios
sobre todas las cosas

para los que son fieles
por encima de todo;
para los que surcaron mi niñez
con carabelas demócratas y aviones de cuartilla;
para los que, en la noche,
nos riegan las callejas sombrías
de la memoria;
para los que sonríen
e iluminan un trecho
como si se encendiera en tu interior un fósforo;
para los que promulgan diluvios
y se mojan.
Los que son tan hermosos, tan nuestros
como los años que no vuelven;
los que plantan cipreses en los huesos de Roma,
los que impulsan trirremes en las charcas
del sábado,
los que sueltan medusas en los mitos del Tíber;

los que nos pintan puentes naïf y carruajes vistosos
en el inevitable sufrimiento;

para los que han lanzado
desde el alto sentido -Federico y Octavio,
Biedma, Orozco, Celaya...-cañonazos y bombas
de humana poesía; (porque benditas sean
las horas, benditos los momentos,
Pepe Hierro,
en que te leí y sentí cómo mi piel
escapaba hacia tu idioma
y se me enamoraba).

Para los que amparan catástrofes y eclipses
como a una tribu más ya de su raza.


Los que valoran que un pétalo
es tan imprescindible como una concordancia.

Palabra eternidad con buitres
en
la
altura.

Hasta palabras Alejandra
en que una flor Pizarnik se abre
al viento.

Hasta
palabras más ocultas
que Pompeya. Hasta palabras
más Penélope

que solas.

Hasta palabras nORIa
donde giran los asnos

y fluye el río.

Palabras nerviosísimas de hipérbaton
y hormigas. Palabras
ilegales
que llegan a mis
acantilados.

Palabra
te respiro
te bebo
te seduzco
te amo
te penetro
te traiciono
y regreso
y tú me esperas


me acuestas en tu pecho
de epopeya
y me hablas  :





Qué sería de la vida



Qué sería de la vida
sin la palabra hombre
y del hombre
sin su propia palabra.
Cómo podría fundirse
la luz sobre los árboles,
la altura sobre
el vértigo,
la pasión en la carne,
el empeño en el fuego,
la arena en este verso
donde mueren las playas.
Bajaría la nieve
hasta
los campanarios del
silencio.
Distaría el horizonte
como de aquí hasta Bécquer,
como de Homero a mayo.
Habría atletas sudando en sílabas de Olimpia.
Serías tú para mí sinónimo de ayer
de hoy

y de mañana.




Qué sería del dolor




Qué sería del dolor
si un hombre no llorase.
Existiría el adiós
con sus coches en marcha.
Tendría noches la luna
tan llenamente hermosas.
Tendría estrellas la noche,
a veces, tan humanas.
Elevarían los fados
sus grúas melancólicas.
Sonrojarían las rosas
su estar presente
apenas.
Mecerían los trigales los molinos
de viento
que Colinas realza.
Qué cantidad de negación
para omitir la ausencia.
Podría haberse ausentado
Jacques Brel con su guitarra;
y yo esculpir en mí: sin ti no importa nada.




Qué sería de la libertad




QUÉ sería de la libertad
si cortasen sus hilos extensísimos.

Deberíamos mirar al frente
como un faro.
Repetir lo que dictan como un pájaro
viejo.
Soñar siempre lo mismo como el monte

y su sombra
reflejada
 en el lago.

Decir sí
y sentir miedo,

decir no
y ser alarma.

Creceríamos atados a una idea
de leño,
nos dejarían guiar
hacia
la
luz
los
brazos.

Transpiraría la brisa. Abrirían

los tréboles. Llovería
sin orden. Tejerían las arañas
sus frágiles palacios. Serían
bajas las viñas.

Rellenarían las fresas
su volumen con agua y con sustancias
de la alegría de junio. Serían
chispas los viajes. Serían
los ríos largos.

Cómo arderían las llamas, con qué
compás, qué velos.
Qué restaría el pasado
si le impusieran cifras. Cómo andaría
el futuro
con los pasos contados.

Cómo algún día alguien,
al ver que siempre   es ahora
y que ahora
es después

y que después ya acaba,
podría, caminante, cantar
que
no hay camino,
sino que se hace al andar.




Qué del amanecer




QUÉ del amanecer
si fusilan la noche.

Qué trenes rasgarían el himen
de la aurora.

Bajarían las roldanas
del
crepúsculo
a por luz a lo incierto.

Llevarían los gitanos sus carros
estampados
a otra margen del río.


Cruzarían los relojes sus acueductos
curvos. Arrancarían sin gallos
las máquinas del alba.

Volvería Odiseo tan viejo a su palacio.
Sentiría Machado ladrar a los mastines
cerca de sus romances.
Decidiría Alfonsina encontrarse aquel día

mar adentro.

Cómo sería el amor
sin despertar y verse dulcemente
abrazado.

Vendrían los panaderos con sus hogazas
tiernas. Destilaría la alborada
en los versos silvestres. Penderían
las
gotas
de sus limpias
metáforas. Sería
capaz el hombre de acariciar
tan suave
como roza el frescor
al despertar los campos.

Cómo se pasaría de una tarde
a otra tarde. Por qué atajo
de frase, por qué túnel de verbo.

Qué pensaría el mirlo al no oír
la mañana.

Cómo sabrían del eco las consonantes
jóvenes.

Podrías mirarme a oscuras
y comprobar,

a tientas,
que, aunque fuera una sombra,
te amaría lo mismo que te quiero.




Qué de la ilusión




QUÉ de la ilusión
si todo fuera realidad total
aquí
y ahora
siempre
verdad inquebrantable.

Dolería más hondo
asumir que es así,
así
lo que tuvo que ser,
así
lo que tenga que ser y así lo que no
es ni pasa.

A qué millas de mí
naufragaría yo mismo.

Rebuscaríamos ficción en los escombros.
Suplicaríamos engaños y calumnias.

Hibernaríamos como un reptil
(humano).

Llorarían los lápices,

el trapo
de los números,
las pecas
del cariño,
las tren-

zas
de las letras,
los colores
del loro,
las preguntas
solteras

la mañana en que Gloria
quiso quedar dormida.

Frotaría mis deseos
y prendería
tu forma.

Caerían las estrellas
fugaces
tan decididamente.

Esperaríamos algo,

un abrazo,
una fecha de fuego,
una ventana viva,
una casa con alma,
un nombre con imanes,
una vez en el cielo,
un dibujo de niño,
una fruta de nieve,
una mirada grande,
un tú mío, un yo tuyo.

Hubiera escrito Ángel
entonces era otoño en primavera,
o tal vez al revés;
era una primavera...

Adónde irían las naves sin ilusión
de rumbo. A qué distancia huir
sin ilusión de olvido.

A qué recuerdo entrar sin ilusión
de luz.

A qué madre no amar con ilusión eterna.

Hubieran descubierto los fuertes
argonautas
el vellocino de oro.
El unicornio azul bajaría
de las lomas.

Sería igual un destino que una
desconfianza.

Sería lo mismo un paso
que un arrepentimiento.

Se tocarían los jóvenes
ocultos

en los parques.




Qué de la soledad




QUÉ de la soledad
si se hundiera su firme.

Reventaría el depósito
de la paz más antigua.
Caerían las vigas de la fe.
Dispararía el pasado sus ataques
de angustia.

Volverían a encontrarse
los héroes queridos.

Escaparían los renos de los cuentos

de Dickens.
Apuñalaría Dido la dirección
del viento.

Entraría la niebla por las grietas
de Alberti.

Qué fin inyectaría Goytisolo
a sus versos.

Qué ciudad quedaría
más
lejana
que
Córdoba.

Qué
distancia más triste
que los muertos
tan solos.

Qué biografía apuntar en la
contraportada
de una nube.

Qué toga impediría los suicidios
de Sófocles.

Qué palabra
imposible
para no expresar nada.

Palabras.

Palabra.

Palabras
luego
donde anida el futuro

palabra faraón contigo de pirámide
palabra con riberas
donde Safo refresca sus pies
descalzos
palabra donde flotan
las islas más hermosas
palabra con delfines

brincando
hacia la luz
palabra donde el sur
pone sus huevos
palabra intraducible
con sabios admirándola
palabra con París
donde me siento el Sena
palabra zíngara
con medallas de níquel
palabra con envidia
que no concilia el sueño.

palabra en que Takuchi
dijo adiós
y su casa quedó
bajo la luna.

Palabras.

Palabra pan
tan
de
todos
los
días
como las ocasiones de erradicar el hambre
para siempre
con buena voluntad y quiebra del negocio
donde se compra y vende la miseria.




Qué de la belleza




QUÉ de la belleza
si nos vendan los ojos.

Se mantendrían en pie

poemas coloniales y sus palmeras
de ímpetu.

Apreciaría el espacio
que ya no vemos
nada,
que ya no amamos
nada.

Palparíamos entonces la salud y el amor
en primer plano.

Reflectaría el día en la tez
de la noche.

Opacaría la noche las vidrieras
del día.


Merecería la pena la cerrazón
del círculo,
la perfección de un labio,
la duración incierta
del presente.


Cómo no adivinar materia

luz
naufragio
semillas
animales
transparencia

cantautores
metales
eremitas

donde un prendedor

de aire
sostiene las cenizas de Valente,
Valente, sí,
Valente,
por más que sea ceniza.

Quién espolvorearía
la púrpura
en las escamas de los peces.

Qué Serrat más cobalto
que el de Mediterráneo.

Qué estrofas más doradas entre las amapolas
de los campos de Claudio,
aquel
silo
de voz
que
se
alzaba
en
Zamora
desde toda Castilla.

Quién sobrellevaría no haber tenido
nunca
un reino entre las manos,
la vida ante los ojos,
la vida sobre un fruto,
el mundo en un deseo.

Y una víspera Hernández,
 con él,
allí, en su celda, para escuchar sus ojos
llorar tarareando las nanas

de cebolla.


Y un verso, un verso
sólo
que justifique
solo
toda la existencia.

Y una palabra,
una palabra
sola

que merezca
la vida,

la vida
entera.

Lo juro.

Tocata y fuga
en mi voz.

Principios de primavera.




Amor puede ser too



Nun fai falta ser naide
pal amor. Amor puede ser too.
Ella quería les coses a corazón
abiertu:
la figar aparrada cola solombra
enorme,
la pitina esplumada, el canariu, la gata,
la flor de los sabugos que colgaba nes vigues,
la dalia que-y ponía tolos díes a un retratu,
les sábanes de llinu cola inicial bordada.
Queríanos a nós más qu'a naide nel mundu,
y dába-y amor a lo que la rodiaba:
aquel vaso fendíu que fora de la güela,
aquel perrín rizosu cola mirada humana,
aquel porrón de barro pol que bebía'l so pá,
aquella siempreviva que taba na ventana,
aquel paxín de blimes que-y fixeron de neña,
aquel cofre que-y dieron pa cuando se casara.

Nun fai falta ser naide
pal amor y la vida.

El pesu la lluz

Orbaya. Toi en medio
la vida. Miro p'atrás. Pésame hasta
la lluz.
Máncame l'aire.
Si confesara agora parte les mios verdaes
parecíenvos mentira.



L'ultimu veranu



¿Alcuérdeste? Les andarines taben a puntu
marchar yá. Y entovía nun viniera nin siquiera
una gracha. Setiembre llegó fríu, cayó
una granizada. Fue l'añu que la vida
nos llevó tantes coses. Fue l'ultimu
veranu que contiamos estrelles y baxamos
en bici a bucear a la rampla. Fue l'añu
en que la vida empezó a ser verdá.



Conxuru

Trébol de cuatro fueyes:
fai qu'alcance esa nueche
les mios estrelles.

Camisa de culiebra:
dai voz a esta palabra
que nun me medra.

Cuquiellín de mayo:
dexa que salga'l sol
de la mio mano.

Cuervu de mal agüeru:
ofrezme enantes qu'agua
sede y deséu.

Agua bendito:
nun me descifres nunca
qué ye tar vivo.



Bocanada

La so casa golía a eses roses que queden
resistiéndose al tiempu na canciella
una güerta.



Varines de volador


Alcuéntroles dacuando.
Güei yá naide les paña...

Y entovía me güel a pólvora
y a branu y paezme
mentira
que s'esfumaren estos 40 años (que
s'esfumaron. La vida namás cunde
cuando se nos ablaya):

Taben toles fachaes encalaes
y fresques
y golía la carne guisando nes cocines
y en tolos corredores
la lleche recudiendo nes fardeles
de sábana.

Prestábanos -qué ilusiones más rases
                                      y más fondes-
mirar cómo plantaben les estaques
d'ocálito
pal quioscu de la música
y el puestu la barraca;
y esperar los camiones colos fierros
del tiru y la tómbola
y aquelles portugueses de faldones floriaos
y pendientes de cobre
que diben a la presa de mio güelu
a llavar los cacharros y garrar agua.

Prestábanos, sí, muncho
nos prestaba
que llegaren los primos,
que llenaren la casa,
la comida'l domingu, nel medio'l
tendeyón, aquella mesa larga...

Alcuéntrovos dacuando
y entovía'l nordés -el mesmu
que m'empuxa, el mesmu que m'avieya,
el mesmu que m'arrastra -traime cachos
dáquellos paxarinos que vais
cantando y d'aquella mozuca
con cara de gitana.

Y entovía nos altos maizales
que m'aparten de mi, que separen
pasáu d'esta edá sin sustancia,
adiéntrense pareyes de recuerdos
d'amor;
y una verbena allumbra
ente'l mio corazón y una inmensa
distancia,
con guahinos que compren
a los avellaneros
unes gafes de plástico, carraques,
restallones y manzanes
cubiertes de colorao y escarcha.

Varines de volador..., la vida ye
lo mesmo: enciéndese,
espovisa, revienta,
y dexa
         un filu
                 de fumu

          qu'ensiguida rescampla.



Ubi sum



Yo sé que nada regresa, que nada
vuelve nacer, que lo que tuvo
nun ta, que nada ye lo que fue.
Eso sélo, ya lo sé. Sélo dende bien
pequeñu, dende que vi que crecer
yera dir dexando atrás aquello qu'ún
más quier: les caleyes que conoz,
la mano que nos calez, el corredor,
onde'l mundu paecía lo que
nun fue. Dir dexando atrás.
pa siempre,
todo lo que nos fizo ser/ a la imaxe
y semeyanza/ d'aquellos que nos
amaron/ como naide más nos quier.
Pa siempre, pa siempre, atrás,
como mañana y ayeri, como l'agora
y el llueu, como l'antes y el después.
Pa siempre, siempre pa siempre.
Eso sélo. Yá lo sé.

Y onde toi / nada permanez que puea /
devolveme dalgo fe / nes mentires
que me valíen pa siguir tando de pie,
pa engañame día tres día, qu'al fin
y al cabu, nun ye / más que l'embuste
la vida: perder, guerriar pa perder,
encariñase, sufrir, pa, al fin y al cabu,
perder.

Onde toi, miro, respiro y noto
que me duel reconocer que nun topo
nada apenes no que me reconocer.
Namás que'l cielu, el regueru,
la figar, la mar, les peñes y dalgún
cachu paré, au s'echen les llagarteses
a asolinar. Esto ye / lo que me queda, lo que
soi de lo que fui, más lo que nun pude
ser.



Visión

Catro esqueles nos palos
de la lluz. Unos colchones
tiraos na cuneta, una chaqueta
sastre y una mesita.

La única señal
que queda de la vida.



A los 42 años



A la solombra'l xabugu,
a los cuarenta y dos años,
suaño con poder suañar,
con poder siguir suañando.
Paezme too tan curtiu,
siéntome en too tan estrañu,
persiéntolo too tan lloñe,
suéname too tan cercano...

Non sé dicir qué me falta,
y sé que me falta dalgo.
Nótolo si miro al frente,
si me paro nos xeranios,
si sumo cuántes caleyes
ya nun permiten el pasu.
Nótolo nel corazón
cuando subo los peldaños
que m'aboquen al to nome;
y al encendelu y nomalu,
al dir abri-y les sos lletres
y al dir estender los brazos
tópome cola solombra
de los cuarenta y dos años.

Paezme too tan nada,
tan nada pa doler tanto.




Primera luz



Canta el mirlo-
Rememoro la paz de un tiempo muy antiguo.
Se desborda la luz. Acaba marzo
y abre la vida
            de par en par
todos sus pétalos.




Aceptación

Miro hacia atrás: de mi vida
-como mortal es mucho-
no cambiaría nada.

Madrugada siempre



Llevantase en noviembre y sentir fríu.
Adormecese en mayu a cielu abiertu.
Quedar la nueche entera frente a la nueche.
Madrugar y subir hasta l'iviernu.
Despertar sobre'l temblor d'un suañu,
y percibir que tas,
al mio llau,
na mio vida,
respirando na calma
abrazando'l mio cuerpu...




Tarde de abril / Beatitud



La luz. La tarde. El hombre.
El rebaño y el perro que regresan.
Las chimeneas que asoman sobre
octubre.
El pueblo y su silencio azul de cal y hortensias.
Vale la pena ser mortal y carne.

Tanta beatitud, un mirlo canta,
merece nuestra ausencia.





Día a día



Yo veo que nos vamos
queriendo más...
-no sé cómo decirlo-,
tal vez más por completo,
más desnudos,
más íntegros,
más todo,
más necesariamente
todo el tiempo;
más menos de lo que antes
era mucho.
No sé cómo explicarlo,
pero sé cómo arde
el amor verdadero.




Escena de casa



Y es que aunque nada puede
detenerse,
he sido tan feliz que es suficiente. Bajo
la tarde, aquí, recuerdo
ahora
la vida transcurriendo
como fruta brillante. Las fieles golondrinas
girando hasta la cuadra y el olor
de la hierba.
                    -Mi madre era tan joven-
Existió todo en mí. El cariño y la infancia
como un pan abundante,
los rayos del verano entrando
hasta la siesta. El nombre de los pájaros,
su canto. Las luciérnagas,
su silencio encendido sobre las noches
largas.
Ha sido tan verdad que ya es bastante.
Más allá, los postes de la luz,
los maizales,
                    y el mundo se acababa.




El veneno agridulce de la vida



Ganar, abrir, cerrar,
perder. Hoy el encuentro
feliz. Mañana la despedida.
Todo es lo mismo
y contrario. Como la luna
y el día. Todo de luz y de
sombra. Como una noche
muy llena y una casa
tan vacía.
Tomo un sorbo. Reconozco la fe.
Amargamente sonrío:
dulce veneno, la vida.





Cuchillos, navajas



Llegaba muy temprano
de mañana. Cuando los gallos y gallinas
alborotan los pueblos. La bicicleta
llena de artilugios: piedra esmeril,
diamante, hilo de plomo
y una siringa que sonaba a Galicia.
Remachaba las potas y los cazos,
y mientras afilaba, curriños
-nos decía- como a vida as chispas.

Recogía las monedas. Le daba a los pedales,
y cada vez más lejos:

cacerolas, cuchillos, cachivaches, navajas...!

Deshielo

Enero. Sus últimas
estancuas. El sol
está más alto.
Alguna lagartija asoma
entre los setos.
Brotan ya los narcisos
con la misma pasión que un día
sentí sobre mi cuerpo.

Respiro hondo. Rejuvenezco
un poco y siento
          -qué contradicción dulce-
que envejezco.

Muchacha enamorada



Fue en el Museo, en Atenas,
una hermosa muchacha
sobre el mármol
-realidad un día-
se ataba su sandalia.
No sé..., pero en sus brazos,
en el gesto tan dulce de su cara,
-la leve inclinación
de sus caderas,
los pliegues de su túnica
o sus labios brillantes-,
reconocí que estaba
enamorada.




Ruinas de Olimpia




Olimpia. Madrugada. Ya casi
primavera.

Lenta, unta la luz del día su cuerpo
con aceite muy tibio,
como una diosa joven
encaprichada
en un mortal atleta.

Es vida lo que veo, aunque es muy poco:
un olivo, rocío sobre el mármol
y la humana apariencia de la tierra.




Estación ininterrumpida



 Estas mañanas secas de noviembre,
con el viento a mi espalda
y los quitameriendas por el suelo,
son mucho de mi vida.
Los castaños deshojan en silencio.
Es hermoso el camino. Es hermosa
la vida y sus imágenes.

Faltan sólo a lo lejos mi casa echando
humo, mi madre en la ventana. La puerta
siempre abierta.

Y el niño que yo fui, con su cabás al hombro
y los chanclos gastados, volviendo de la escuela.




Invitación al recuerdo



Con esta luz de abril
y este cielo tan alto
y la fragancia nueva que desprenden
las salvias,
te necesito aquí, diciéndome:
prepárate, nos vamos, hoy estaremos
solos
nosotros, el amor
y el vuelo de los pájaros.



Acción de gracias



Me ha costado mis años
llegar a escribir
soy
siento.

Estoy aquí y percibo
la grandeza del día,
su dimensión azul,
mi transparencia.
Se lo debo a los nombres
que tanto me llamaron.
Se lo debo a la infancia
y a su fosforescencia.
Se lo debo a los árboles
que crecieron conmigo.
Y a los versos que un hombre,
pastor en Orihuela,
dejó sobre la vida,
llegaron a mis manos,
giraron en mis ojos,
filtraron en mi voz.
Y, corazón arriba,
reconocimos juntos
la belleza.




Desiderata




Llama a mi corazón
pero descálzate,
unge tus pies.
Vacíalos
Si has de salir prefiero
que no queden las huellas




Ritual




Y que jamás revelen
dónde hiberna el verano,
ni tu maternidad, humilde
primavera. Que nunca
se descubra de qué estás hecho, barro,
que jamás se desvele la estructura del frío,
del abismo, la luz
ni la madera.

Que no sea preciso intervenir el humo,
ni anestesiar el tiempo, ni la quimioterapia
en tu estatura, piedra.




Manos



Qué espacio milagroso el de las manos:
aman tocan retienen presienten matan
siembran
abrazan edifican acarician valoran
miden cazan impiden
se desgastan
se cierran.




Tierra de nada



Pueblos abandonados.
Minas tristísimas.
La nieve ha jubilado sus memorias.
Narcisos en los tiestos.
                          Balcones solos.
Un hombre con un perro camina y silba.
Fango y barbecho.
Palacios silenciosos,
huertos y espantapájaros.
Un mastín irreal sueña y aúlla.
Tierra de nada
que ha dado todo a cambio de ofrecimientos
de aire.
Tierra de nada
de pantanos
de humo
de espinos
de cemento.

Pasto verde y sembrados para la brisa.
Deshielo de la juventud.
Precipicios.
Negrura. Acantilados. Maizales caídos.
Caserones de sombra
y de lechuzas.

Estaciones.
Caminos.
Labrantíos.
Arroyos.

Se escucha el mirlo.
Esta región heredará la lluvia.






¿Qué más que el amor?



¿Adónde voy? ¿Qué busco? ¿Por qué
huyo tantas veces de donde estoy,
de aquí, donde fui consiguiendo,
a trancas y barrancas, dar algún
paso en firme,
intentar ser, a veces, brevemente
feliz?
¿Qué pretendo encontrar
que desde aquí no halle?
¿Qué imagino tocar que mis manos
no puedan alcanzar desde
mí?
¿A qué sueño abrazarme que nunca
se me escurra?
¿Adónde me dirijo? ¿Qué más hay
que el amor,
ese alguien que te espera
con la luz encendida
con los labios en flor
con las manos en vela?

¿Qué más? Yo sé que nada
existe
-los años me lo dicen-
fuera de ti y de mí.




Desencanto




Desenterró su cuerpo. Pidió un poco
de luz.
Entendió que nada había cambiado.

Cogió una rosa. Se empapó con la lluvia,
acarició la tela de la tarde,
escuchó el mirlo
y prefirió seguir tumbada entre los muertos.



Solo así





Envejecer.

Decir adiós.

Admitir, en el fin,

nuestra grandeza...


El canto del mirlo



Cántame mirlo,
necesito creer que el verano no cambia,
que la luz no envejece.
Que soy yo quien opaca la eternidad de agosto,
que soy yo quien la mira
con los ojos cansados.

Pero tú, cántame,
ahora y siempre.

Que al escucharte sienta
que sigo aún en mí
o, que al menos, estuve
ciertamente conmigo.